martes, 8 de febrero de 2011

El problema de la sopa

El problema de la sopa no es sólo que no me guste ponerme a pensar en cuál voy a preparar. Tampoco es que no sepa muchas recetas, o que no sea capaz de hacerlas, ¡puede que hasta me salgan bien!. No, hoy que me vi en la inesperada necesidad de hacerme cargo de la preparación de la comida en casa, me di cuenta que mi resistencia a decidir la sopa de hoy es sólo la punta del iceberg. Y lo que hay abajo ¡es amenazante!

Resulta que crecí como parte de esta generación a la que le dijeron que lo único importante en la vida era ir a la universidad... que eso de casarse, tener hijos y, sobretodo, ser ama de casa, era totalmente postergable, incluso prescindible.

Y seguí el mandato... bueno, parte del mandato. Fui a la universidad decidida a jamás ser ama de casa, por ningún motivo. Con la siguiente parte del mandato no fui tan estricta: me casé, y tras 7 años tratando de reconciliarme con la idea de ser mamá, lo fui. Tengo dos hijos, y aquel matrimonio hoy es sólo parte de mi historia.

He trabajado como profesionista desde que me gradué y hasta la fecha. Nunca aprendí a hacer labores domésticas. Y en los tiempos de vacas flacas, no dudé un segundo en pagar el total de mis ingresos a la persona que me ayudara en la casa. Siempre estuve dispuesta a trabajar para pagar por quien limpiara mi casa, mi ropa y cocinara. Y para cerrar con broche de oro, siempre tuve la fortuna de contar con ayuda leal, responsable y duradera. Realmente se convertían en "la señora de la casa".

Así que hoy, cuando mi "señora de la casa" me informó de un problema personal que le impediría venir por unos días (a partir de hoy mismo), ¡entré en pánico! ¿Y quién va a hacer la sopa??

Son las 11.32 de la noche, y baste decir que mis hijos y yo sobrevivimos al primer día sin ella. Lo que es más, ¡lo disfrutamos! Mi estrés escaló hasta media hora antes de su llegada en que, venciendo la resistencia me levanté a hacer la sopa, asar la carne y terminar de preparar la ensalada. A su llegada, conformamos un equipo y terminamos los últimos detalles. Nuestra convivencia fue armónica, mucho más de lo normal. Y tuve la sensación de que, pese a que el sazón seguro no fue al que estaban acostumbrados, se sintieron importantes, valiosos y amados por su mamá que, hoy, les hizo la sopa. Y no que cocinarles sea la única manera de hacérselos sentir, pero definitivamente ¡hoy fue La manera!

El problema de la sopa entonces, es mucho más que no ser capaz de decidirme entre un fideo o un arroz... Hoy sentí con claridad cómo estaba relacionado con una extraña resistencia a darme a ellos sin autocensura. Hoy que no tuve de otra, no sólo fui ama de casa, sino también mamá que mira directo a los ojos, y no de reojo desde la pantalla de mi computadora.

La próxima vez que tenga que hacer sopa, dejaré de traducirlo como "hoy no podré hacer cosas importantes". En su lugar traduciré: "hoy haré algo muy importante: haré sentir a mis hijos importantes, valiosos y amados."

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