1. Cada pelota de este acto requiere de su atención unipuntual en ciertos momentos de su actuación. Si se descuida ese requerimiento, es probable que esa pelota termine desviándose de su trayectoria, y en el peor de los casos, termine desviando el resto del numerito y haciendo un reguero espantoso de pelotas por todo el escenario.
2. Sí es posible equilibrar cinco, seis, siete, tal vez diez pelotas -o más, vé tú a saber-, pero definitivamente, entre más bolitas incluyas en el acto de malabares, menos atención puedes prestar a cada una... y más riesgo, por lo tanto, de que la elipse perfecta que se forma al lanzarlas al aire, se rompa y saque de su trayectoria a las demás.
3. Diez pelotas pueden ser más impresionantes que cinco. Pero cinco, puedes ser más hermosas que diez. Ahora bien, cuando ya te sabes de memoria los malabares con cinco, cuando ya no te representan un reto, es hora de aumentar a seis, o terminarás aburriéndote y aburriendo a tus espectadores.
4. A veces las pelotas se pierden, y a veces no hay posibilidad alguna de volverlas a encontrar. Pero el show -la vida-, debe seguir. Y la malabarista debe seguir sonriendo, aventando las bolas restantes con igual entusiasmo y alegría... después de todo, para eso estamos en el circo, para eso vivimos: para ser felices con las circunstancias que nos toquen vivir.
Hoy, mi acto de malabarista está en marcha... he perdido algunas pelotas en el camino, pero he aprendido mucho, y hago mi acto de malabarista con más seguridad. Me siento contenta con él, sé que esto es lo que siempre he querido hacer y, pese a la nostalgia de lo extraviado, de lo que nunca volverá, o de lo que se ha transformado, sé que en mis manos expertas que lanzan al aire una a una las partes que componen mi vida, tengo tesoros indescriptibles que valorar. Ahora actúo en tres pistas -más las que vengan-, sigo aprendiendo, pero la experiencia de lo vivido, me permite realizar este acto casi de magia con menos miedo y mayor plenitud.
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