viernes, 26 de septiembre de 2008

Matriarca-Do: el camino del consenso

En nuestra sociedad, el poder en la mujer está asociado principalmente con su papel en la familia, pero la mujer tiene la capacidad de ejercer el poder en muchísimos ámbitos de la vida. En el ámbito público, por ejemplo, estamos ganando terreno paulatinamente. Prueba de ello es el número creciente de mujeres que, a nivel mundial, participan en los poderes legislativos.1


Y en este tema, es de llamar la atención como aquellas mujeres que alcanzan puestos de poder suelen generar temor. Es típica la respuesta de rechazo de los empleados en general –tanto hombres como mujeres–, ante la posibilidad de tener una jefa mujer. Dicen que somos más duras, inflexibles y autoritarias; uno de los típicos motes impuestos a una mujer con estas características es el de matriarca, cuando en realidad se trata simplemente la forma en que, en un sistema patriarcal, se ejerce el poder independientemente de si se es hombre o mujer. Si este comportamiento sobresale en la mujer es porque rompe con las expectativas de pasividad y sumisión que existen en torno a su persona, no porque difiera del comportamiento masculino en las mismas condiciones.


Poder vs. consenso


Para Foucault, uno de los teóricos más reconocidos sobre el tema de referencia, el poder no es algo que pueda localizarse en una o en otra persona de forma permanente. Se trata, en cambio, de relaciones verticales que se establecen entre los diferentes actores y que cambia según el contexto en el que se ubique. Por ejemplo, el joven policía puede ejercer el poder sobre el ciudadano, pero el padre de ese jóven policía somete a su hijo desde su posición de autoridad. Así pues, bajo este mismo paradigma, una mujer en una posición de poder, lo ejerce sobre sus subalternos y, por lo tanto, no es una matriarca, sino una patriarca.


Los estudiosos del matriarcado afirman que en éste las relaciones se dan en forma horizontal y que el poder no existe como un valor de la comunidad. “Desde el punto de vista político, los matriarcados son sociedades de consenso, lo que no permite la acumulación de poder. En este sentido, la gente está libre de dominación. No existen clases gobernantes, ni clases oprimidas que deban ser controladas.”2 En un sistema de esta naturaleza, el comportamiento ético es autoimpuesto y, al mismo tiempo, perpetuado por la colectividad. Cada persona se responsabiliza, en primera instancia, de sí misma, en segundo lugar de los demás, y en tercer lugar de la comunidad. Así pues, no existen las jerarquías.


Como puede observarse, el matriarcado no es una reproducción del patriarcado bajo el domio de la mujer, sino una forma de relación social con características propias. A diferencia del sistema patriarcal, cuyo valor principal es el poder, en el matriarcado se valora por encima de todas las cosas el compartir, incluso compartir el poder.


Más allá del debate existente sobre la calidad histórica o mitológica del matriarcado, valdría la pena recuperar lo valioso de esta cosmovisión: el valor de la armonía que conlleva la noción de consenso, por encima de la de poder.


Liderazgo: una visión femenina


Esta es la invitación: si tú, hombre o mujer, estás en una posición de poder, prueba convertirte en un o una matriarca. Prueba el valor del consenso, de la relaciones horizontales, del respeto por la diversidad, de la tolerancia, de la intuición, de la integración entre inteligencia y emoción, de la búsqueda de la verdad común en lugar de la victoria individual, de la confianza en “el otro”, del liderazgo por encima del autoritarismo, de la visión femenina del ganar-ganar.


Ser una mujer con poder no garantiza una visión femenina del mismo. Adoptar la cosmovisión matriarcal en una posición de poder, garantiza el verdadero liderazgo; aquel en el que –como decía Simone de Beauvoir–, se asuma ”la responsabilidad de un bienestar común”.


1 Según la Unión Interparlamentaria, la República africana de Ruanda es el país con mayor número de representantes femeninas en las cámaras legislativas, con 48% de los escaños; le siguen Suecia con 45.3$, Dinamarca con 38%, Finlandia con 37.5%, Noruega con 36.4%, España con 36%, alemania con 32.5% y otros treinta países –entre ellos, México–, con 30%; Reino Unido tiene 17.9% y Estados Unidos apenas 14.2%. A nivel mundial, las mujeres ocupan el 15% de la representación parlamentaria total. Fuente: CIMAC, “Histórico 36 por ciento de mujeres en Parlamento Español” en: http://www.cimacnoticias.com, D.F.: 6 de abril de 2004.

2 Hhttp://promatriarchy.net/essentials/definiton.php, 22 de junio de 2002.

3 Lorraine Code, Ed. Encyclopedia of Feminist Theories, World Reference, New York: 2002.


*Publicado en la columna "Multiplikhada®" en Milenio Diario, 14 de abril de 2004.


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