jueves, 27 de noviembre de 2008

Reflexiones de una niña sobre la injusticia celestial

Hace frío, ya amaneció.  La luz se cuela por las muchas rendijas de las paredes con olor a humo. Se despavila pronto, ¡por fin pasó la cruda noche! Calza sus piecesitos con sus zapatos de hule.  Tienen hoyitos en la suela al frente, pero por lo menos la protejen del poco amigable piso de la calle.  Hay que volver a hacerse las trenzas, si por ella fuera se las cortaba, pero decía su papá que las viejas deben tener el pelo largo.


Los otros chamaquitos ya juegan en la banqueta. Todavía disfrutan el juego, son tan pequeñitos...  ella ya creció. Después de  7 años de sobrevivir en  la calle se madura, se da uno cuenta de la realidad: la indiferencia de los ricos. Por más cara de tristeza que uno ponga, a ellos no les importa. Por eso mejor vende chicles, su hermano limpia vidrios, pero casi ni le dan  dinero. Al principio ganaba un poco, pero luego la gente se acostumbró a verlo y todos le hacían señas para que no se acercara a los parabrisas. Una vez casi lo golpean por limpiarle el vidrio a un señor muy gordo que le había dicho que no. Con los chicles se gana mejor. Se venden a peso y se le ganan unos centavos, pero si vende uno unos veinte ya se saca para comer.


Le gusta caminar para su esquina en la época de navidad.  Se ve rebonita la calle con sus adornos dorados y en la noche prenden los foquitos en todos los árboles de la avenida. Además es buena temporada, la gente regala ropa, dulces o monedas. Hace frío, pero se vende más.


Mientras camina de un lado al otro de la calle pendiente de "los altos" se pregunta por qué está ahí. ¿Cómo es que nació?, ¿por qué? De haber podido elegir no viviría... ¡recibe una cachetada!  Pensó en voz alta y su mamá la oyó, ¡podría recibir un castigo del cielo! Su mamá le dice que debe recordar lo que su padre decía: tendrá los hijos que Dios le mande. ¿Qué es Dios? ella no está segura todavía, pero si su padre decía eso, debía ser cierto. Así que un día ella tendría los hijos que Dios le mande.


Su mamá dice que el cielo es de los pobres, pero a veces la oye llorar porque no le alcanza para darles de comer sus frijolitos. También la oye maldecir. Ella se confunde: si uno es pobre y llora ¿se gana el cielo? Y ¿los otros?, los que van en coche, ¿ellos no van al cielo? Hay algunos que son buenos, ¿ellos maldicen a Dios? Tal vez no porque a ellos sí les alcanza para comer. Entonces ¿por qué no se van al cielo?


Escucha un grito, corre hacia un carro desde donde le hacen señas para comprarle chicles.  Se acerca al viejo que le da una moneda y toma una cajita de "Clorets", le sonríe y le da una palmada en la cabeza.  Después el carro avanza y se aleja en ese mar de autos que pasa a diario por ahí, y que sin embargo se ven siempre diferentes. No parece malo ese señor, piensa.  Pero no es pobre... a ella le preocupan ellos, los ricos-buenos que no se van al cielo. "¡Cuánta injusticia hay en el cielo!" piensa, "pobrecitos ricos-buenos", murmura en voz baja mientras el tráfico aumenta y la ciudad comienza a efervecer en movimiento.


Para hacer algo:


Apoya a organizaciones que trabajan por los más desfavorecidos. Aquí una alternativa con un proyecto preventivo: capacitación para la vida y el trabajo, para niños y jóvenes con historia de calle. Dales una oportunidad de cambiar su destino, dona $200 pesos mensuales para apoyar a un joven o para apoyar el salario de un maestro; haz un donativo en especie o servicio; deposita en Banorte 11401913-5 a nombre de la Fundación Mexicana Bartolomé de las Casas, A.C. “Rompe el círculo vicioso… de la pobreza” Mayores informes en: Zoquipa No. 148, Col. El Parque, C.P. 11690, Venustiano Carranza, México, D.F. o al teléfono 5764-0672, fax 5764-0792 o correo electrónico: fmbc@podigy.net.mx


Publicado en Milenio Diario, 16 de junio de 2004.

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