En el pasado, la vida en pareja tenía esquemas y hasta tiempos relativamente establecidos: cortejo, petición de mano, noviazgo formal, matrimonio, luna de miel, procreación, vida en familia (con roles de género bien establecidos e inamovibles). Ese era el modelo a seguir, y nadie se hacía preguntas al respecto.
Pero a lo largo del tiempo la pareja ha cambiado. Hoy en día, la mayor movilidad, las cada vez más eficientes comunicaciones, la participación de la mujer en la vida laboral y, en general, el cambio en nuestras prioridades y valores como sociedad, han dejado casi obsoleto el esquema anterior.
Para empezar, la procreación ha dejado de ser parte inherente a la vida en pareja. En la actualidad, sobre todo en los países más occidentalizados, se discute sobre el tema antes de tomar decisiones. Las parejas no sólo deciden el momento de convertirse en padres o el número de hijos que quieren tener, incluso contemplan la posibilidad de no tener hijos como una de las opciones.
El divorcio se ha vuelto también un lugar común; la unión libre, una alternativa para muchos, y las segundas o terceras nupcias ya no son excepcionales. La pareja, como forma de relación, es dinámica y cambiante, porque como dice Carmen Domingo, “parejas, dúos, uniones, las hay de todo tipo: convencidas, convencionales, equivocadas, de rompe y rasga, dolidas, de conveniencia, eternas, maniáticas, intermitentes, desparejadas, de ida y vuelta, por contrato, enamoradas…, incluso las hay de tres.” 1 Hoy día, los esquemas son tantos que es difícil hablar de “la pareja” como si se tratara de un tema acabado y perfectamente definido. A continuación algunos de los tipos de pareja visualizados por dos autores interesados en el tema:
Parejas sin hijos (e hijos sin sexo)
La separación del eros y la procreación. Hemos pasado del sexo sin hijos (contracepción) a los hijos sin sexo (fecundación in vitro) en sólo 30 años. “Quizá a partir de esto la pareja del futuro tendrá que rendir cuentas de sus planes de procreación, como sucede hoy en China, pero a cambio disfrutará con más libertad del eros”.2
Parejas sin esquemas
Hay varios factores que perderán importancia sin el enfoque procreativo de la pareja. La diferencia de edad: será más común ver hombres más jóvenes con mujeres más maduras o viceversa; la diferencia de género: "probablemente aumentarán mucho las parejas homosexuales, dado que son el prototipo de la pareja unida por razones sexuales o afectivas, y no procreadoras".3
Parejas para producir y para consumir
Pasini cree que habrá parejas que se organicen “con un reparto rígido de funciones, como (…) las abejas. Así tendremos parejas para procrear, parejas para producir, y también parejas para gozar”.4
Parejas abiertas
Se trata de parejas en las que al menos uno de los dos mantiene una relación con una tercera persona con el conocimiento y consentimiento de su pareja original. No estamos hablando de mentiras o infidelidad, sino de un acuerdo en la pareja que puede ir desde el “permiso” para andar con otra persona, hasta las asociaciones de swingers.
Ciberparejas
Una tendencia cada vez más común que tiene como características particulares el uso de la tecnología para entablar relaciones interpersonales, el anonimato y la capacidad de entablar conversaciones con personas de todo el planeta. Si bien es un medio que de inicio generó desconfianza –especialmente para las generaciones que no crecieron con el Internet como parte de su vida cotidiana-, cada vez más personas entablan relaciones en una “caja de diálogo”.
Parejas sin contrato
“En las uniones, como en las situaciones de estado, existe una tercera vía: …ser una pareja de hecho.”5 Muchas personas comienzan su vida de pareja en lo que se ha llamado unión libre. En algunos casos, como un paso previo al matrimonio; en otros, como forma de vida elegida. Paradójicamente, siendo uno de los esquemas más populares en la actualidad, ha obtenido reconocimiento legal en muchos países.
Parejas separadas
Puede tratarse de parejas que, por condiciones laborales –de uno o de ambos- viven separadas la mayor parte del tiempo, o de parejas que por diversas razones deciden no compartir una casa, aunque tengan una relación formal. Este es un esquema especialmente común –aunque no exclusivo- entre divorciados que no quieren volver a perder su independencia ni su espacio personal.
¿Parejas?
Pero a todo esto, aquí valdría la pena reflexionar sobre nuestra necesidad de tener una pareja. Desde mi punto de vista, ese primer impulso de buscar una pareja que nos complemente, es la semilla del fracaso posterior. En la medida en que encontremos esa complementareidad, estaremos generando relaciones codependientes que, en el mejor de los casos, nos mantendrán unidas a nuestras parejas no “por amor”, como dicen los románticos, sino por necesidad; por nuestra incapacidad de ser íntegros por nosotros mismos.
Cabe fantasear, aventurándonos en el mañana como hacen los futurólogos, hacia qué tipo de relación de pareja evolucionaríamos si comenzáramos a trabajar en el crecimiento personal interno, en volvernos personas completas y plenas por nosotras mismas. ¡Qué diferentes serían nuestras relaciones si decidiéramos compartir nuestra vida con alguien a quien no necesitamos, de ninguna forma, sino a quien simplemente amamos! Si como dice Alfonso Ruiz Soto, las parejas estuvieran formadas, no por dos medias naranjas, sino por dos naranjas enteras —dos seres íntegros y completos que supieran amarse a sí mismos—, veríamos entonces parejas que se aman entre sí, genuinamente.
Para leer más:
Pasini, Willy. Los Tiempos del Corazón. Ed. Grijalbo.
Domingo, Carmen. Cada oveja con su pareja. Ed. Urano. Barcelona: 2003.
Ruiz Soto, Alfonos. Alborada. Cuarto Camino Editores, D.F.: 1999.
multiplikhada@hotmail.com
Artículo publicado el 28 de julio de 2004, en Milenio Diario, Ciudad de México.
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