martes, 6 de enero de 2009

Borges y mis kilos de más

Sobrepeso

Una de las frases que a menudo recuerdo de la famosa reflexión de Jorge Luis Borges, en donde hace un recuento de las cosas que haría si pudiera vivir nuevamente, es aquella de: “viajaría más ligero”. Será porque es una de las cosas que me cuestan trabajo. Por más que pienso: ‘ésta vez llevaré sólo lo indispensable’, termino con al menos dos maletas que pesan suficiente como para que no pueda cargarlas  yo misma. Si a eso le agregamos el equipaje de mi hija (que, por supuesto, suele ser como del doble que el mío) y el de mi marido (que, por supuesto, ocupa apenas la bolsita lateral de mi megamaleta), el asunto se complica mucho.


Lo peor del caso es que al final de viaje, una tercera parte de mi ropa y de la de Sabina regresa sin haberse utilizado.  En ese momento vuelvo a pensar que para la próxima viajaré más ligero. Sin embargo, cuando llega la hora de preparar la maleta en la siguiente ocasión, soy víctima del síndrome de “mujer precavida vale por dos” y sigo metiendo esto y aquello “por si acaso”. ¡Claro!, termino nuevamente con un equipaje precavido que también vale –y pesa- el doble de lo que debiera.


En la casa

Si todo terminara tan sólo en el problema de sobrepeso al viajar sería lo de menos. El asunto es que, si lo analizo, eso de viajar ligero no se me da tampoco en otros aspectos de mi vida.  Lo noté con mi última mudanza. Me deshice de muchas, muchísimas cosas. Sintiéndome orgullosa de mi desapego cerré la última caja segura de que esta vez sí me había quedado sólo con lo necesario. Al parecer era una percepción muy optimista. A casi un mes de distancia sigo desempacando cajas, organizando toneladas de fotos (¿cuándo saqué tantas?), cartas, cuadros, documentos viejísimos, recipientes sin tapa y tapas sin recipiente, regalos que nunca me gustaron pero que no me atrevo a desechar, libros que no pienso leer pero que son tan buenos o famosos que me siento incapaz de descartar, discos LP que ya ni tengo donde escuchar… La lista es interminable, montones de objetos que forman parte de mi historia y que, por ello, arrastro pesadamente por mi camino, como si fuera necesario llevarlos hasta el infinito.


En la mente

¿Qué tal los recuerdos? Ese es otro apartado de mi vida –quizá en el que esta incapacidad de viajar ligero hace más estragos-, en donde el desapego no salta a la vista. Voy por la vida cargando rencores no olvidados; amores y desamores; triunfos y fracasos; decisiones equivocadas; suposiciones y hubieras; cuentas pendientes; libros o amigos perdidos. Lo increíble es que ¡también tengo la capacidad de cargar con el futuro! Sí, aquello que está en mis planes, también ocupa un importante espacio en mi equipaje vital que me impide vivir con espontaneidad. De no llevarlo, tendría más desarrollada la habilidad de escuchar a mi intuición, podría ver con más claridad las oportunidades inesperadas, podría cambiar de rumbo sin titubear siempre que quisiera, podría vivir el presente con la intensidad que sólo cabe en un quipaje ligero. 


Tarea

En definitiva, es necesario y urgente que haga una mejor revisión de mi equipaje para sacar el exceso de mis maletas, de mis roperos, anaqueles y cajones, de mis sentimientos rezagados y, sobretodo, de mi mente atiborrada de ideas preconcebidas e inumerables expectativas.


No importa por donde empiece ni cuánto logre aligerar el peso, empezar con decisión y volverlo una costumbre es lo relevante. Vivir en el aquí y el ahora como camino, no como meta, es  una buena forma de empezar.



Publicado en la columna Multiplikhada, en Milenio Diario, 4 de agosto de 2004.

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