lunes, 26 de enero de 2009

Cooperar en beneficio propio

Cualquier sufrimiento que existe en el mundo
proviene totalmente del deseo egoísta
de desear la felicidad para uno mismo.
Shantideva.

Al parecer, cooperar no es algo fácil. Y sin embargo, matemáticos estudiosos de la teoría de juegos, han descubierto que “ante la sorpresa casi general… los individuos cordiales pueden llegar los primeros a la meta, y que de hecho en muchas ocasiones así es. En competiciones concebidas para designar a los ganadores en una variedad de situaciones conflictivas, la persona que destaca resulta ser no la más agresiva, sino la más cooperadora.”1

La lógica del cooperador (altruista) es: pase lo que pase si yo actúo en beneficio del bien común –incluso corriendo el riesgo de ser el único en hacerlo-, el resultado será mejor.

La lógica –errada- del individualista (egoista) es: ¿para qué me esfuerzo? Seguro seré el único en actuar en beneficio del bien común y, por lo tanto, el único tonto que no actuará en beneficio personal. Mejor no me arriesgo y obtengo un resultado mejor para mí, aunque el resto se vea afectado. (Un total falacia si tomamos en cuenta que no podemos escaparnos de la interdependencia que impera en todo el universo conocido).

Así pues, hasta de la ventanilla del carro más exclusivo y elegante vemos salir latas de refresco vacías y colillas de cigarro cual si la calle fuera un basurero público. La respuesta típica de alguien cuestionado por este tipo de actitud es “todos lo hacen”, claro ejemplo de la lógica del individualista.

Por fortuna también hay individuos que sin importar si su pareja, su vecino, sus parientes o hasta el Presidente de la República cierre o no la llave del agua mientras se enjabona, deciden hacerlo por convicción y conciencia ecológica. Su decisión se basa en la lógica del cooperador.

El cooperador sí entiende la noción de la interdependencia, tiene fe en su granito de arena, confía en ser parte de la masa crítica que contribuya al efecto expansivo de sus acciones, palabras y pensamientos positivos en su entorno; esta visión es compartida por una gran diversidad de filosofías y teorías que afirman que hasta la mirada tiene un efecto en las partículas de cualquier objeto determinado. Sin duda, nuestro paso por el mundo tiene un gran impacto; ya sea que hablemos de una presencia individual o colectiva, el impacto es inevitable. De ahí la importancia de ser concientes de cada uno de nuestros movimientos físicos y mentales… un hábito no muy arraigado entre los seres humanos.

En algún momento de nuestra juventud, todos nos hemos sentido capaces de transformar el mundo. Es una lástima que pronto abandonamos ese sueño tachándolo de idealista, de utópico. Porque, si como dice el “efecto mariposa”, el aleteo de una mariposa es capaz de causar un tifón del otro lado del mundo, imagínate lo que lograría en el mundo un movimiento masivo de conciencias hacia una lógica de cooperación.

Se desconoce si la razón de esta carencia de cooperación sea o no una razón evolutiva. Los darwinistas afirman que nuestros instintos nos dictan un comportamiento individualista en aras de la supervivencia del más apto. Pero también es cierto que nuestra mentalidad –producto de la socialización-, contribuye a perpetuar este presunto instinto que, en todo caso y a estas alturas de la evolución de la conciencia humana, no debería estar por encima de la razón.

Paradójicamente, pese a nuestros instintos más básicos, es la razón la que nos indica que el individualismo no permitirá la supervivencia de la especie.

Es por ello que, cuando vivimos en comunidad, no nos queda otra más que adoptar una lógica de la cooperación –incluso si la motivación es por temor a ser sorprendido por la autoridad-. Sólo así podemos sobrevivir.

La explicación la encontramos, nuevamente, en la naturaleza. La microbióloga Lynn Margulis ha demostrado que “la propia célula surgió de tales acuerdos de cooperación entre seres subcelulares. Las células rebosan de componentes especializados que metabolizan los alimentos, producen y almacenan energían, conforman su estructura interna, etc. … Las células se asemejan más a colonias de invidivuos cooperadores que a los supervivientes de una feroz carrera competitiva hacia el ‘éxito’”. Esto es la “simbiósis”, uno de los fundamentos de la conformación de los organismos, según afirma Margulis.

En definitiva, no podemos abstraernos de la interdependencia. Así es como funciona el mundo. La ilusión de que el individualismo nos permitirá sobrevivir es sólo eso. En el reino animal, el más apto sobrevive, y el que no lo logra, no es más que un factor de equilibrio que permite la supervivencia de algún otro elemento del ecosistema.

De manera tal que o buscamos redefinir nuestro paradigma y comenzamos a actuar bajo el esquema de cooperación, o pronto no seremos más que abono para que el resto del ecosistema terrestre sobreviva. Ya lo dijo Vicky, el cerebro femenino en Yo Robot, “para que sobreviva la especie humana, es necesario eliminar ciertos elementos de ella.”

Eliminemos las creencias equivocadas y comencemos a pensar en función de la comunidad.

1Cole, K.C., El universo y la taza de té. Las matemáticas de la verdad y la belleza, Ediciones Grupo Zeta. Barcelona: 1999, p. 146.

Publicado en la columna Multiplikhada, en Milenio Diario, el 1 de septiembre de 2004

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