sábado, 13 de junio de 2009

Regresar es avanzar

Mi compañera, Pilar, del Taller de Creación Literaria para Niños, nos leyó hoy un cuento hermosísimo: Buscando al mago Tarlatán. Una historia que cuenta la aventura de una mujer para encontrar el mejor regalo que pueda hacerle a una bebé que está por nacer. En su camino, conoce al Viejo Mateo, un ermitaño sabio que vive cada minuto con intensa alegría, y que le da las pistas para llegar a su meta. Entre ellas, le regala esta frase que hoy adopto para nuestra reflexión: Regresar es avanzar.

No es algo que escuchemos a diario. Nadie quiere regresar, nadie quiere dar pasos atrás. Pero, a veces, es necesario y constructivo. A veces, un paso atrás nos permite mirar en perspectiva la realidad. A veces, retroceder nos pone en contacto con nuestra historia, con quienes hemos sido, con los sueños que perseguíamos cuando niños, con la inocencia y frescura de la infancia, e impide que caigamos al precipicio del indomable ego que tanto distorsiona la visión.

Anilú, la aventurera que busca al mago Tarlatán, es una mujer madura con alma de niña, inocente, alegre y juguetona. Justo el tipo de mujer que yo quisiera ser cuando convivo con mis hijos. Y no sólo cuando convivo con ellos, en realidad, quisiera reir más, jugar más, preocuparme menos, ser más libre, menos previsora, menos temerosa del vértigo que da la libertad cuando me relaciono con el mundo entero, y especialmente cuando me relaciono conmigo misma.

Qué maravilla sería no tomarme tan en serio, reirme más de mi misma, tomar la vida más relajada, jugar por el placer de hacerlo, olvidarme del tiempo y los deberes de repente, y disfrutar. Este rol, el de la niña que hay en mi, está muy abandonado por la adulta que a veces creo que soy. Suelo olvidar que en mi pecho está una Lilyán más dispuesta a la aventura, a los sueños y a la locura temporal. Necesito llevarla más a menudo al parque, al piso a jugar, al lodo a ensuciarse, al agua a nadar, y al vacío a dejarse caer disfrutando sin miedo la incertidumbre.

Olvido a cada rato que, después de todo, es justamente la incertidumbre lo único certero de la vida. Lo sabía de niña, de alguna forma, o al menos lo vivía sin ansiedad. ¡Qué fortuna que el Viejo Matías me haya recordado que regresar es avanzar!

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